Radio Bazurto!


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lunes, 13 de diciembre de 2010

devolución sin título


Qué difícil es cerrar un ciclo cuando este ha sido de nuestro gusto y de lindos afectos. Recuerdo cuando terminé mi carrera de actor, estábamos todos sentados en ronda y hablábamos de cosas que nos habían ocurrido o simplemente mencionar lo que nos naciere. Entre frases y palabras entre cortadas, las lágrimas de unos rodaban como bola de naftalina. 

Recuerdo el primer día de clase de taller, guardo en alguna medida lo dicho como ideas, pero no sus palabras concretas que usé. En esa ocasión tuvimos la oportunidad de presentarnos. Allí cada uno expresó  lo que consideraba importante mencionar de su vida, de su historia. Algo de ese día me recordó aquella última en la que estuve.
 
Apareció en mi la necesidad de contar el por qué había llegado hasta este país, como referente principal para mencionar mi lugar en la UBA. Todo muy correcto, pues se nos adoctrinó así, pese que detrás somos mucho más que líneas y vértices. Todo tipo de cosas pasaron por mi cabeza, en el momento en que Claudia nos planteó comentar quiénes éramos y por qué estábamos allí. Desde deseos, sueños, miedos, fantasmas que no mencioné nutrían mi intervención, así esto no fuera notado. Calculo que a todos nos debió pasar lo mismo. Ese es el hecho de estar vivo, qué como la planta, hacemos “fotosíntesis”. 

Luego Claudia pidió que expresáramos nuestras expectativas acerca de la clase. Como la materia gira en torno a la escritura, tenía que decir algo que no fuera el lugar común de ‘quiero ser Tolstoi’ más si algo sincero y que tenía que resolver en ese instante. O sea toda una pregunta acerca de la escritura que no me había planteado con rigurosidad previa, pero que fuese coherente y sincera mi respuesta. Recuerdo haber dicho algo como: “lograr identificar mis falencias, mejorarlas y en cuanto a mis fortalezas potenciarlas. Todo ello para mejorar mi propio estilo”.
 
Desde el momento en que fue expuesta la dinámica, supe que esta clase sería diferente y me recordó en varias ocasiones a la manera de aprender el difícil oficio de la representación. Fue un campanazo de emoción y expectativa. Pues todo acto de aprendizaje está aparejado con el cuerpo, pero sobre todo cuando implica una entrega creativa. Allí no se esconde nada, nos exponemos desnudos con debilidades y fortalezas, sin la más mínima posibilidad de esconder. 

Cada trabajo (consigna) me permitió ahondar o acercarme a las problemáticas que el ejercicio mismo de la escritura plantea. A la vez tenía que enfrentarme a mis propias dificultades, que en ocasiones llegaron a convertir en momentos de duro trabajo. Más allá de lo dramático que soy, tales instancias intenté asumirlas verdaderamente. De esta manera miré, en tanto pude, mi propia escritura. Plantearme como dice Peter Brook, el director ideal debe poder distanciarse de su propio trabajo y llegar a ser un espectador “más”, para así ver “inocentemente” lo hecho y así actualizar una mirada más objetiva sobre lo realizado. Esto no fue fácil, más bien fue intermitente y muy difícil de encontrar en el hacer mismo.
Como mi expectativa inicial era tan general y abarcativa, algunas cosas pude conseguir, otras no. Entendí a través de la vivencia que escribir no es nada fácil. Más bien difícil. No es tirar tecla, diseminar comas y puntos, decorar con tildes o paréntesis. Escribir implica pensar, pero antes que eso y mucho, mucho más importante: sentir. ¡Y sigue con lo de la “fotosíntesis”…! Lo bueno entre otras cosas es que se puede aprender. 

Recuerdo lo complicado que supuso para mí la cohesión léxica. De por sí nunca había escuchado sí, así hubiese significado un problemón. Implicó sentarme cada que escribí, a revisar frase por frase, punto por punto, coma tras coma. A demás analizar la construcción y sentido de cada frase, también el del párrafo en general, para que pudiese ser coherente, legible y funcional al texto en su totalidad. Sumarle detalles como las repeticiones, las ideas o párrafos extensos. Me había entrado una paranoia tal que pasaba de las megas ideas a los párrafos conformados por muchas, muchas ideas chicas. Eran como telegramas.  Y por último el uso del gerundio… Ando, endo, ando, endo, ando, endo. A todas estas lo pregunto: (mirar a Claudia) ¿pude corregirlo? 

 Esta experiencia fue única, porque las dificultades eran motivaciones a seguir intentando. Nunca percibí que fueran irresolubles o simplemente una nota baja. También por lo que cada uno aportó para el crecimiento de los otros, en especial cada aporte, comentario, ayuda de toda la clase, en especial la de Claudia, Emilia y Lisandro. Jamás sentí de parte de nadie una mala intención o deseo de cerrarle el paso al otro, más bien lo contario: todos nos permitimos ser y estar; calculo esto vino siempre dispuesto desde arriba… 

Agradezco profundamente a todos. A los que el reality los despachó también. No creo tener cómo devolver a cada uno una apreciación, pero tenga cada uno seguro que aprendí de ustedes. Y fue curioso, pero les tomé cariño a unos con mas fulgor que otros, pero en general no hay nadie que pueda decir: "excepto este..." Calculo nos seguiremos viendo en otras materias o cruzando en los pasillos, así que como esta carrera es bien larga, quedo tranquilo.

En este momento, en esta devolución, se me entremezclan la ideas con lo que me pasa al recordar y saber que, no va más. Es que mientras escribo pienso que no quiero que termine el taller, como manera de hacer que continúe, que no se detenga, entonces sigo escribiendo. No por las palabras mismas, tal vez las palabras no son nada si no sabemos acostarnos con ellas y poderlas llevar a la vida, a la realidad, a lo tangible de la acción: que movilice, que entreteja las disueltas riendas de este mundillo desgraciado, decadente, un verdadero sinsentido.

 Aunque todavía desconfío de tanta cosa dicha, de tanta palabra prostituida, de solo palabras: palabras y más y más palabras que no dicen nada, o que llevan al sinsentido. O si contrariamente incitan y movilizan, tal vez están jugando a favor de la desigualdad, la indiferencia, la individualidad liberal, el desamor. Todavía sigo pensando ¿para qué o con qué sentido tiene el hecho de existir? ¿Será que esto de la finalidad es solo un invento humano y nada más tenemos que vivir en un juego de estar vivos llanamente y ya? ¿Por qué, por qué? o tal vez solo debamos preguntarnos, pues comencé este taller preguntándome y lo termino en las mismas.


martes, 23 de noviembre de 2010

¡ viva el nazismo !


Un hombre que no es un hombre. Tal parece ser para los demás, nada más que un espécimen traído de otro lugar. Una cosa que habla pero no a nuestra manera, que tiene ojos pero no ve como nosotros, posee ropas pero no como las nuestras, piensa pero… 


En la diversidad está el placer -dicen unos-, pero en la uniformidad se construye la tranquilidad y seguridad –piensan otros-. Un mundo lleno de diferencias, una naturaleza que determina lo particular y el hombre en su mundo artificial goza en el acto de la estandarización. En ese proceso el fin justifica los medios… Vemos así un Calibán seguro de sí mismo, capaz de adentrarse en los lugares más inhóspitos para apoderarse de cualquier cosa que pueda transformar luego en capital simbólico o monetario.

Con la idea de ‘ampliar el conocimiento de…’, someten con la intolerancia, la dignidad de sujetos en busca de sus saberes, costumbres y creencias. Usarlos o acercarse a ellos para “conocer” de sí, cuando en el medio se ejerce otro tipo de violencia más sutil. Verlos como diferentes desde un lugar prejuicioso e irrespetuoso, aunque creamos no lo sea. Es allí cuando la producción de conocimiento transgrede el límite sobre su objeto de estudio. Comenzar una clase respetando al ‘otro’ (Toba) y al final haber construido cierto desprecio y sentimiento de ‘no nos sirve’. En la medicina en dónde no se contempla al paciente como humano sino como material de trabajo, ¿En las ciencias no habrá un debate ético y moral de lo que se estudia (objeto)? 

Entonces, ¿Qué clase de conocimiento construye este Calibán que luego enseñará orgullosamente a sus calibancitos, y luego ellos honrarán como GRAN SABER?  ¿A costa de qué?

Unos arriba y otros abajo, un mundo liberalizado y todos a gritar: “América para los americanos” Se puede decir que el concepto genérico de occidental conjuga perfectamente con el registro constitutivo de los ‘Americanos’.

Calibán (chupasangre por naturaleza  –paradójicamente-) no llega a amar al otro, sino a sí mismo. Esto gracias a que succiona la sangre de otros para mantenerse vivo y poder mantener el amor de sí, vitaliciamente. Sus ideas y preguntas parece, tienen que ser resueltas, así el que contenga la respuesta no desee entregársela. Rendirse a los “intereses” condicionan al Toba a recibir toda la carga social contenida en los otros, así el contexto sea académico. Allí el conocimiento se convierte en un arma de dominación a través del ‘conocer al otro’. Un tipo de adquisición, de dominio. Al final tendremos que entender que los nazis fueron derrotados, pero el nazismo vive y reina felizmente por nuestra pradera, pese a vislumbrar un panorama que alardea democracia por doquier.

jueves, 18 de noviembre de 2010

This is Colombia (Tercer versión)


Los años ochenta, una década en plena ebullición, recibía alegremente un nuevo ser a participar de la fiesta que se venía celebrando.  Actos como la toma del palacio de justicia por el M19 o la masacre de Tacueyó donde mientras yo llegaba otros 164 eran despedidos. Aquí los cocteles eran cruciales, pues se tomaban con mucho ahínco y pasión: armas cortopunsantes, armamento corto y largo, a manos de un ala disidente de las FARC. 

Cuatro años después en plena campaña presidencial, Luis Carlos Galán Sarmiento proponía la extradición de los narcos para los ‘yunais’ (yunaites esteits), y obvio: los implicados (Pablito Escobar, etc.) le dieron de su propia medicina: una extradición al más allá.  Luego su formula vicepresidencial iba a tomar un vuelo, que fue derribado con sus 205 pasajeros, salvo que al final no lo tomó. El mejor fue el cierre del año, pues fue con bombos y platillos: un carro bomba contra el DAS y fue tan emotivo que 104 se murieron de la felicidad y 600 resultaron heridos de explosiva pasión. 

Noche tras noche los noticieros eran una serie repetida de episodios: piletas de sangre, pedazos de cuerpos, gentecita secuestrada y algunos llorando por ahí, mientras que yo apenas me chupaba el dedo gordo y cantaba las rondas que aprendía.

Los años noventa estuvieron acompañados de unos aguardientes y una buena salsa[1]: cuando el candidato presidencial Carlos Pizarro, ex guerrillero del M19 danzaba “el baile de los que sobran”, que le musicalizaban los paramilitares (AUC) en 1990. También por la toma de la base militar ‘las delicias’ por las FARC  en 1996 (31 falleciditos), la base militar en el cerro de Patascoy por las FARC en 1997 y de la población de Mitú por las FARC en 1998* (con 40-60 muertos, 61 secuestrados y 10 civiles muertos) Dos de estos secuestrados aún están en manos de las FARC, ¿quién sabe haciendo qué? o ¿esperando qué?

A finales del decenio este pechito tenía quince años, a la vez que el mundo especulaba su fin por un tal ‘Y2K’, mientras los países seguían por TV la celebración de cada nación por la llegada del nuevo milenio. Ya me imagino al ‘’narco’ brindando por los australianos con champán y comiendo chancho relleno frente a su TV de 70’, diciendo: ¡Feliz año, clientecitos! Para mí la situación no solo era la misma de toda la vida, si no que mi tónica hacia ella era de total desinterés. Supongo que era igual en el resto del país, ¿Qué mejor ver por TV cómo celebran en Australia, Inglaterra, Alemania, Francia y Suiza, no?

Esto fue así hasta que falleció mi abuela paterna. Solo hasta que el muerto perdió su condición de ‘bulto de carne’, el entierro como ‘abonar la tierra’ y el llanto como un mero fetiche circunstancial. Algo cambió. Ver a mi padre llorar calladamente, tener que acercarme al ataúd para luego cargarlo y corroborar que era la que tiempo antes reía, hablaba y tocaba la guitarra. Todo se reducía a un antes y un después, en donde la muerte tocaba mi puerta mientras yo la atendía en pijama.

Respecto a lo que pensaba hasta el momento, todo entraba en cuestión. Mi mirada se dirigió hacia la muerte que se producía y reproducía fuera de casa. Me acerqué a los “noticieros”. Estos mostraban amónicamente entre motosierras, bombitas, fusilillos, macheticos, minas y cilindritos bomba, un país que se construía sobre el desamparo de unos y la opulencia de otros.

Al son de “…un año que viene y otro que se va…[2] los colombianos celebrábamos en el 2000 la masacre de “el salado” donde 100 personas de tanto bailar cayeron muertas al piso; seguramente se gozaron a todo pulmón la canción de la motosierra, la del machete, la de las piedras y palos animada por las FARC.  Dos años después en un enfrentamiento entre las FARC y las AUC, un cilindro de gas fue despedido por los aires cayendo sobre la iglesia del pueblo. Allí estaban todos los habitantes resguardándose del aguacero de municiones, pues era la única construcción de ladrillo que había. No sobrevivió ni la propia cruz de un tal Jesús salvador y así 119 dijeron: amén (así sea). Nací, me crié y viví toda mi vida escuchando al unísono, los discursos de la guerra sin afectarme en lo más mínimo. La vida en la capital hace de las suyas, porque allí se está exento de todo lo que en el campo se sufre. La gente vive la realidad como cualquier ciudad, a la que solo llega la guerra a través del monolito de la industria cultural: los medios masivos de comunicación.

Cada año iba entendiendo que las cosas no venían por buen camino y no andarían mejor. Estudiaba por esa época artes escénicas y el prisma de miradas se abría enormemente. La realidad parecía tonarse más complicada, pero a la vez yo adquiría herramientas para comprenderla y tomar una mejor postura. Cuando los hombres y mujeres se plantean quiénes son y qué quieren, el mundo se detiene agresivamente. Al cuestionar la tradición, las costumbres, las ideas heredadas, las normas y los modos, el conjunto de la sociedad se levanta con furia y busca calmarte, callarte y si uno continúa terminas segregado. A la gente le incomodan las preguntas, aunque implora respuestas, ¿de ahí que los libros sagrados sean fuertemente vendidos? y ¿Qué la tele sea un exitoso consolador?

Reconociendo mi pertenencia a esta sociedad adormilada, capaz de legitimar la muerte y justificar la impunidad, llego a entender algo: Las víctimas son más llamativas si tienen menos posibilidades de defensa, es decir sean más vulnerables socialmente o el caso contrario, muy importantes y reconocidas, también serán aquellas en las que el modo de asesinato sea más cruento e igualmente si la cantidad es alta. Pero sobre todo serán de gran recordación si suman estos tres elementos en uno solo. Caso concreto: las fosas comunes o los hornos crematorios (no precisamente los de las funerarias).

Saturado de beber el coctel narcotizante de sangre, orgasmos, dinero y amor que la tele regala, más la serie de incógnitas e indignación creciente que vivía, me surge la necesidad de seguir estudiando y así decido viajar al exterior.  Al llegar a Buenos Aires algo de mi vida se nutrió de otra cosa. El Iuna y su gente aportaron grandes cantidades de nuevas ideas y miradas, pero muy importante fue el contraste que se generó el estar en otra sociedad. Se diversificaron los puntos de vista, se enriquecieron mis argumentos y otros llegaron. Esto gracias también a lo que como sociedad habían vivido y me compartieron. Mis preguntas, deducciones y respuestas alcanzaron límites antes desconocidos.

Escuchar a toda una sociedad  con un referente tan marcado como la última dictadura, el proceso neoliberal de los noventa y el corralito, me permitieron identificar que reconocían históricamente algunos de sus errores como colectivo, lo que aprendieron de ello y lo que había que evitar. Cuando llegas a un lugar, a sabiendas que de dónde vienes este proceso no sucede, se te funde el corazón y las palabras se apagan. El ideario de colombianidad (la mirada de cosas positivas) se te rompe en mil pedazos y observas la verdad: ves quién eres y a donde perteneces. Identificas que ese ideario ha sido construido para tapar toda una realidad.

En esta nueva instancia tienes un boquete de gran tamaño en el pecho. Pero como dije antes es poder ver la realidad: la verdad; una que fue esquiva desde siempre gracias al nivel de naturalización que estaba enquistada en los sentidos y lo que otros hicieron para taparla. De allí en más, cada parte del rompecabezas ‘Colombia’ es repensada y un hombre emerge de las profundidades de la alienación insensible. Aún así la realidad no ha cambiado y sigue produciéndose y reproduciéndose.

Estas han sido algunas de las confesiones por solo uno de los actores del conflicto, las Autodefensas Unidas de Colombia. El uso de hornos para la desaparición de los cuerpos, evitando que la comunidad internacional conozca sobre el incremento de los “números”. También saber que hay 103.000 víctimas confesas por las AUC pero que sean 294.479 las registradas. Que los secuestros entre 1996 y 2010 por las AUC fueron 24.400 personas. Que los sindicalistas asesinados en los últimos dos decenios hasta 2007 fueron casi de 3000 a manos de las AUC, y que el número total de desplazados por la violencia es de 3.163.889 siendo el primero en la lista entre todos los países y el 7% de la población total de Colombia.


Identificar un gobierno corrupto, explotador y asesino, una sociedad anestesiada que se prostituye bajo las leyes del entretenimiento, el consumo y el alcohol. Un país millonario y con cero oportunidades,  una clase aristócrata recalcitrantemente rica y una clase baja fetichizadamente miserable, una ilegalidad reinante y una institucionalidad prepaga. La constitución establece “asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana”. Derechos que en la práctica son bienes (objetos) de lujo que solo unos pocos pueden pagar. Una clase política que lucha con buena parte de los recursos del país contra la droga y para pagar la deuda externa, mientras en sus fiestas privadas comen caviar, se tiran a las nenitas prepagas de las universidades más caras del país, al tiempo que se meten a la nariz los dedos de blanco. ¡THIS IS COLOMBIA!



Nadie decide dónde nacer. Nadie decide nacer. ¿Quién carajo lucha por la vida, cuando para todo lo demás existe master card? ¿Ese es el jodido fin de la existencia? De igual manera hay muchos con capacidad para apagarla, así el fin sean unos dolaretes. Nacer en el lugar “equivocado” no es un error, pero hacer equivocado el lugar, sí.


[1] Género musical.
[2] Verso de una canción concerniente a la fiesta de fin de año. De tinte popular.

Proceso de escritura del ensayo.


Días después de la muerte de Mariano Ferreira, entraba a la clase práctica de Taller de expresión I. Llegaba unos minutos tarde y la profesora Claudia me hizo referencia sobre el saludar. Entonces estando parado hice el gesto típico que hacen los actores al finalizar una función. “Saludé a mis compañeros”… 

Con intención de ser gracioso y sin notar una respuesta que correspondiera a ello, noté contrariamente más bien, una gélida presencia en el recinto. Para mí era un martes primaveral, de esos que confirman realmente que el invierno se ha marchado; por tal motivo radiaba de alegría pues el invierno lo padezco a más no poder. Así que al sentarme y ver que algo sucedía, pese a no entender muy bien de que se trataba, tuve la necesidad de escuchar la conversación que se venía dando.

Pablo es trabajador ferroviario y al parecer había comentado –antes de yo llegar- que el asesinato lo sentía “como si hubiese sido en el patio trasero de casa”. Claudia sacaba a colación esta frase para referirse a que esto no solo se podía estar generando en el ámbito ferroviario, sino que en otros espacios y circuitos también. Ahí dije: ¡CHAN! . Caía en razón del por qué habitaba un ambiente  sentido, mientras me hacía el gracioso.
En este punto intenté mirar, como actor que soy, las actitudes de toda la clase y en ellas lograr entrever lo que pudiese estar pasándoles a cada uno. Vi generalizadamente un sentimiento de luto, un momento sentido. Y yo indiferente pese a reconocer la muerte de mariano. Entonces mi historia personal en Colombia llegó a mi mente a contrastarse con este momento y situación (la del asesinato). Comprendí que había vivido durante años de manera insensible respecto a la guerra, con sus miles de muertes, mientras una parte de la sociedad Argentina estaba lamentando un solo asesinato. En clase ese día se definieron los temas a trabajar y de allí elegí este.

Al escribir sucedieron muchas cosas como reabrir fechas, momentos e historias que no recordaba. Hacer un recuento  con su respectiva contextualización y en llave con mi vivencia personal en ese momento. Todo ello me llevó a visualizar, comprender, magnificar mi historia y los hechos como desarrollo histórico.  Ello me llevó por momentos a sentir culpa, a llorar, al enojo, a excusarme y de alguna manera a pedir perdón. A la vez comprender un poco más la realidad de donde vengo y que me constituye.

Concretamente al escribir habían varias dificultades (más las personales ya mencionadas), pues debía estar jugado desde un estilo ensayístico (Swift-Negroni), sumándole la postura y resolución personal.  Por momentos sentía que debía pelear conmigo mismo, entonces me excusé y busqué la manera de encontrar los argumentos obvios para demostrar que mi ‘indiferencia’ no era una decisión personal. En otros momentos culpabilicé al estado, a la elite, y a las generaciones adultas de la sociedad en general. Al final comprendí que era en parte todo, incluyéndome…

Fue un proceso doble: el ensayo mismo y mi sentir-razón (postura-estructura de vida).
Luego de las anotaciones intenté la primer parte jugarla a modo de swift, pues allí estarían puestos irónicamente los hechos, reflejando y acusando mi indiferencia y la de todos. Luego al reconocer la muerte, se da un cambio y ahí se acerca al tono de Negroni, volviendo más ‘humano’ (como analogía) al proceso de aceptación y “reconocimiento”.